ACUPUNTURA URBANA… Y ACUPUNTURA EMOCIONAL

¨Sos capaz de captar momentos especiales en la vida de una ciudad, de vislumbrar que cada ciudad puede ser mejor. Depende de vos conocerla y sentir aquello que ella tiene mejor, que es la solidaridad. Entonces sos capaz de amar a las personas de todas las ciudades¨ Jaime Lerner

Y yo solo logré entender tanta verdad elemental de como vivir en esta ciudad a esta edad, casi a mis 30 años… después de estar viajando y de mezclar mi identidad con muchas otras culturas desde que tengo 8.

Las reglas básicas de la vida, hoy se me presentan extrapoladas en un pequeño estudio académico donde  resulté,  que desembocó entretejiendo mis miedos más profundos y mi amor hacía un hombre, en la atracción por transformar urbana y culturalmente a mi tan odiada Bogotá. Y es que, a pesar de todo, una ciudad caótica, indiferente y absolutamente acartonada se ha transformado ante mis ojos en mundo de posiblidades. Donde la pobreza, la inseguridad y la ignorancia son sólo un terreno fértil de abono mal oliente para explorar, aprender y reconstruir entornos y personas. Deconstrucción personal, autoconstrucción y autopreservación en soledad para mostrarme ante mis otros – medio similares-  de esta ciudad.

En 3 años he ido descubriendo cafés, anticuarios, bares, discotecas, tiendas, personas,paisajes y elementos constitutivos de Bogotá que nunca quise encontrar. Comenzó como una reacción desesperada ante de la depresión de la rutina y la ausencia de esa adrenalina adictiva que genera ser un extraño en una ciudad nueva… algo que conozco muy bien. Y resulta que esa capacidad de ver la magia en este cagadero tercermundista donde vales tu sueldo y donde el exceso de vicios burgueses parecen apuñalar el espíritu de sus habitantes, dejándolos sumidos en un vacío de inconsciencia… en mera resignación, en una felicidad conservadora, que me despedaza. Es un gusto adquirido, es un arte… ¨como la vida misma¨.

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Poder entregarse a la magia de las posiblidades transofrmadoras en medio de un ambiente tan hostil y tan degradado que parece no tener solución, es realmente donde yace la sutil belleza poética que abarca a esta ciudad… esa que tanto le gusta a los extranjeros de tierras eruditas, llenas de orden e historia que tanto he envidiado por su privilegio de pertenecer a ese mundo blanqueado. Y es que sí. Bogotá no tiene la identidad que tiene Buenos Aires, y sus colores son el gris y el verde de mil gamas…no logra abarcar ni un tercio de la diversidad y ataque a los sentidos que puede darte Nueva Delhi,y yo que más quisiera que tener sólo un tercio de ese chic francés. Su encanto es como el de una mujer fea, o muchas veces como me siento yo. De primeraso te toca conocerla sin interés aparente más que el deber cotidiano. Pero luego, entre esas grietas e imperfecciones se ven espacios de creación y deconstrucción identitaria.. miles de pequeños nichos de Bogotás que luchan por convivir casi en la clandestinidad elitista que da el erudismo tipíco latinoamericano, muchas versiones de Mónica, muchas capas de mí. Gradualmente dos o tres personas absurdas que eran oro en esta ciudad de plástico resultan  ser varias, la complejidad de esa confrontación entre tradición y novedad, entre libertad y conservación, entre la vida de oficina y la boheme… tantas confrontaciones que me atraviesan, que durante mucho tiempo creí eran la definición de mis neurosis… todo, todo como las neurosis, absolutamente todo, se puede renovar, se puede reciclar y el punto de partida es la relación que tenga tu espírtu con ese lugar donde te encuentras.

Conmigo, la compasión propia de entender y aceptar que nací aquí, que vivo aqui y que no siempre fue así y no siempre lo será. Que en mi historia de vida otras ciudades han calado mi identidad y han encarnado mis deseos mucho más honda y románticamente que mi ciudad natal. Pero que, como la vida misma, acá estoy. Autoestima viene con aceptación, con compasión y con confianza de que todo puede ser mejor.

Gracias, ciudad de mierda. Te quiero.  pronto me voy a largar!